jueves, 26 de marzo de 2015

Robert Kirkman y su causa INVENCIBLE

Parece justo hacerle por fin desde aquí un reconocimiento a la obra INVENCIBLE de Robert Kirkman. Se trata de una serie regular superheroica que el autor inició para Image desde 2003, después de unos sembrados escarceos previos, oportunidades que les fueron concedidas por gracia de Erik Larsen tras su labor en el fandom de Savage Dragon, personaje de la compañía. La facilidad para narrar y entretener así como la continuidad y libertad que ha gozado la están convirtiendo en una obra maestra viva, pues aún sigue en curso.

Las premisas son muy básicas: Mark Grayson es hijo del mayor héroe de la Tierra, y como a un adolescente le sale acné, a él le llegan superpoderes como herencia directa. Asistiremos a la evolución del protagonista, aderezada por una síntesis de las mejores ideas que los aficionados reconocen en las editoriales Marvel y DC Comics, también en Image, así de como los arquetipos superheroicos más importantes que tiene el género (incluso hay ramalazos a Bola de Dragón). Grayson es Spiderman, Superman o Robin a la vez, y a su alrededor reconocemos numerosos ambientes y caracterizaciones.

El interés de estas aventuras no estriba tanto en la originalidad como en la frescura con que se representan ideas clásicas y se hacen nuevas en un todo único. Ello responde a varios factores; obviamente, el principal es el crecimiento como escritor que Kirkman ha desarrollado a lo largo de todos estos años. Su prestigio ganado a pulso le proporciona la oportunidad de trabajar en lo que le interesa y se nota que está a gusto. Pero, al menos al principio, no encontramos una ingeniería narrativa tan potente desde la base como la de otros autores top del momento; simplemente lees páginas, capítulos, que enganchan sin refulgir ideas o conceptos. Tampoco los personajes contienen la profundidad psicológica que el mismo guionista sí ha sabido volcar en su otra serie The Walking Dead. Estamos más bien ante un maestro del continuará que nunca deja de abrir tramas, relacionar personajes, combinar humor suave y pausas dramáticas, y sorprendernos por el camino. 

Otro aspecto  relevante es la permanencia de los mismos dibujantes desde el comienzo. Cory Walker y Ryan Ottley no son artistas realistas al uso (como es habitual en las historias de capas), pues su estilo es más simplificado y algo cartoon. En cambio, se nota que aman este tipo de personajes y saben narrar y diseñar excelentemente porque están comprometidos con la colección y su estabilidad. Eso consigue conectar con el lector.

Pero si hay un valor que yo destacaría, asociado al párrafo anterior, es el de hacer pasar el tiempo por los personajes. No hay un status quo al que siempre se vuelve, no se reinicia ni mucho menos. Invencible se referencia (plagios a veces) sin complejos en el género pero le da importancia al cambio, a las decisiones argumentales de principio a fin. Hay sagas más atractivas que otras pero el aficionado no se siente ni mucho menos defraudado, porque la serie sigue adelante valientemente, y por fortuna pasada la centena de números en la actualidad parece que no hay visos de que la cosa pare, ni baje el listón.

No habrá que perder de vista a este joven genio, narrador incansable y hasta la fecha preñado de ganas y buenas ideas, como lo demuestran éxitos mundiales tal como Los Muertos Vivientes, aunque sea en otro registro. Estará por ver si al hacerse autor de culto crea personajes o historias más personales e independientes, justa recompensa, si bien el mainstream y las publicaciones mensuales perderían a un honesto y sólido valor.