Hoy queremos detenernos en el libro “BLANCO HUMANO: Encuentros casuales”. Planeta edita en este tomo las dos historias anteriores a la serie regular de BLANCO HUMANO y que dieron origen a la misma. Hasta ahora habían sido publicadas por NORMA Editorial, de hecho se encuentran ya descatalogadas, y Agostini retomó la labor a partir del número 6 de la serie derivada. Por lo tanto, el esquema de la colección es éste:
-ENCUENTROS CASUALES (2 miniseries. Planeta de Agostini)
-ZONAS DE CHOQUE (nº 1-5. Norma Editorial, descatalogados actualmente)
-VIVIR EN AMÉRIKA (nº 6-10. Planeta de Agostini)
-EN EL NOMBRE DEL PADRE (nº 11-16. Planeta de Agostini
-EL USURPADOR (nº 17-21. Planeta de Agostini)
-ENCUENTROS CASUALES (2 miniseries. Planeta de Agostini)
-ZONAS DE CHOQUE (nº 1-5. Norma Editorial, descatalogados actualmente)
-VIVIR EN AMÉRIKA (nº 6-10. Planeta de Agostini)
-EN EL NOMBRE DEL PADRE (nº 11-16. Planeta de Agostini
-EL USURPADOR (nº 17-21. Planeta de Agostini)
El personaje “Blanco Humano” fue creado en los 70 por Len Wein y Carmine Infantino, apareciendo en diversas colecciones de DC Comics, tales como Action Comics o Detective Comics. El argumento se basa en el clásico concepto del personaje camaleónico, en esta ocasión en el bando de los buenos, y consiste en la descripción de los casos en los que se ve envuelto Christopher Chance, un guardaespaldas y detective que suplanta la personalidad de sus clientes, amenazados de muerte, con objeto de centrar el peligro sobre sí mismo y así cazar al asesino. Ya en 1992 se intentó darle continuidad con la serie televisiva -de tan sólo 7 capítulos- “HUMAN TARGET”, traducida en España como “En el punto de mira”, aunque no obtuvo el éxito esperado.
Será en 1999 cuando este personaje consiga por fin consolidarse, por medio del trabajo de Peter Milligan y Edvin Biukovic (escritor y dibujante, respectivamente). Fue un encargo para la serie VERTIGO de DC Comics, con el objeto de revitalizar antiguos personajes de la compañía. El resultado ofreció una sólida trama titulada "Encuentros casuales", nombre que se da también al libro, y en la que un pastor de un barrio marginal pide la protección del Blanco Humano, y completan el enredo la aparición de dos Christopher Chance y una asesina que ha recibido el encargo de acabar con él. De fondo en todo este asunto vemos un protagonista cansado de su trabajo y con un dinero ya recaudado que le permitiría vivir tranquilamente el resto de su vida; no es casual su desgana, pues la profesión exige ser un hábil actor, estar en plena forma física y mental y pasar largos periodos de tiempo viviendo las 24 horas la vida de otra persona.
Según parece, en un principio, el guionista Milligan no quería aceptar este encargo, pero pronto descubre el potencial de la historia y se hace con las riendas de una manera notoria. Su planteamiento en la primera miniserie de las dos contenidas en el tomo ENCUENTROS CASUALES es mostrarnos la profesión del Blanco Humano como un riesgo para la identidad del que la asume, un deterioro continuo del yo que podría hacerlo desaparecer. Aunque Chance es el prototipo del héroe -retomando una cita de David Michelinie, ese “humano capaz de estar sometido a presiones y responsabilidades que exceden de las de sus pares, carga que acaba por cobrarse su precio y la que al final demostrará al verdadero héroe”- en muchos momentos demuestra que el peso es demasiado incluso para él. Si unimos esta profunda e inteligente reflexión a un guión muy bien urdido, plagado de ironía, acción, giros inesperados, absorbente y con complejos y bien definidos personajes, el resultado es una obra maestra de las que me gustaría guardar y recordar, aunque esté presentada como una propuesta más entre los numerosos pliegos que imprimen mes a mes todas esas máquinas de las editoriales, llenando nuestro imaginario de personajes e historias entrañables de los que, estadísticamente, no todos sobrevivirán al tiempo.
Por supuesto, fundamental en esta entrega de BLANCO HUMANO es también la aportación gráfica, no se queda corto en brillantez el dibujante, Biukovic, embelleciendo los textos con un dibujo de alguna manera sencillo pero a la vez trepidante, equilibrado y bien proporcionado.
Visto el éxito de esta primera miniserie, en 2002 se le hace otro encargo a Milligan, que se titulará “MONTAJE FINAL”, y supone el segundo arco que se recoge en este tomo editado por Planeta que estamos comentando. Tras la triste noticia de la prematura muerte de Biukovic, será Javier Pulido su sucesor a los lápices, y cumple de sobra, en un estilo que tiene cosas en común con el de su predecesor. De nuevo, un excelente resultado en el que Chance penetra en el intrincado mundo de Hollywood, mostrando la cara oscura del supuestamente radiante mundo de la capital del Cine, y puede que una reflexión de Milligan sobre la experiencia que adquirió como escritor de guiones cinematográficos. Argumentalmente, los sucesos aquí se unen a la miniserie anterior, por medio de la historia de la asesina a sueldo y prosigue diluyéndose en su trabajo la personalidad de Chance.
En la serie regular que seguirá a este trabajo el guión es íntegro de Peter Milligan, y en el capítulo de dibujo le acompañarán de nuevo Pulido, y Cliff Chiang y Cameron Stewart. Además, Milligan introduce más pensamientos laterales, creo que interesantes, sobre el presente en el que se produce, tales como las consecuencias de los atentados de las Torres Gemelas, los tópicos made in USA, el futuro que depara a las grandes estrellas, religión, política, etc. Supone una lectura entretenida, únicamente con un pero, porque hasta el último número que se ha publicado en EE.UU. la serie no contempla un final definido, termina con más preguntas de las que empezó acerca de la identidad humana, y no sabemos si eso quiere decir que habrá más entregas en el futuro (que según apuntan rumores es lo más probable, pese a que puede que no esté ahí Milligan) o tal vez lo que pretende el escritor que le ha dado fuerza a este proyecto es resaltar que no hay respuesta al planteamiento, que el desprendimiento de nuestro propio yo es un factor del que no nos podemos librar. En cierto sentido, si echamos un vistazo a la Historia no le falta razón; por ejemplo, si analizamos la vida actual en las grandes ciudades, a simple vista sólo contemplamos un conjunto de seres humanos sedentarios, atados a un lugar y a unas rutinas. Si quieren quedar inscritos en ese sistema (por otra, única posibilidad de supervivencia en este medio) habrán de responder con su esfuerzo a los mecanismos de control imperantes, es decir, horarios, tarjetas de identidad, movilidad geográfica, hipotecas, obligaciones asfixiantes, burocracia, etc. También en el capítulo de estímulos y comunicación, pues en las relaciones se exige la integración de todo miembro en las costumbres generalmente aceptadas: mostrar apariencia de felicidad; adscribirse a grupos; la unión en pareja; ser duchos en actividades de ocio tales como beber, fumar, saber de fútbol o disponer de dinero para salir; cuidar la imagen física que exteriorizamos al máximo; participar en actividades ampliamente reconocidas; ser tenido en cuenta,... entre otras muchas cosas. En todo ello repercute la presión de modelos arrolladores, líderes erigidos por ocultas conveniencias que son los que marcan las tendencias y las pautas a seguir, y que ellos mismos, o incluso a través de la masa abstraída, podrán decidir quién responde al rígido esquema impuesto y quién se queda fuera. No obstante, también ellos serían víctimas de un sistema con vida propia una vez llegados a cierto punto de aceptación generalizada. Y a través de ellos se marcarían modas muy fáciles de extenderse y a las que adaptarse, pero un flujo tsunámico para el que ha sido apartado o no se siente atraído, abismos que se acrecientan día a día, cuando en el mismo sitio se producen importantes registros cada vez más difíciles de reconciliar: integración y exclusión, democracia y tiranía, pobreza y riqueza, comodidad y crudeza. Si se analizan objetivamente, estos hechos podrían habernos borrado ya nuestra verdadera naturaleza, y tal vez estar instalando el universo alienante para la individualidad que se describía en libros como “Mundo Feliz” de Huxley, “1984” de Orwell, “Fahrenheit 451” de Bradbury o “V de Vendetta” de Moore -entre los que más recomendaríamos sobre el tema-, por improbable que en superficie este planteamiento literario nos pudiera parecer.
Será en 1999 cuando este personaje consiga por fin consolidarse, por medio del trabajo de Peter Milligan y Edvin Biukovic (escritor y dibujante, respectivamente). Fue un encargo para la serie VERTIGO de DC Comics, con el objeto de revitalizar antiguos personajes de la compañía. El resultado ofreció una sólida trama titulada "Encuentros casuales", nombre que se da también al libro, y en la que un pastor de un barrio marginal pide la protección del Blanco Humano, y completan el enredo la aparición de dos Christopher Chance y una asesina que ha recibido el encargo de acabar con él. De fondo en todo este asunto vemos un protagonista cansado de su trabajo y con un dinero ya recaudado que le permitiría vivir tranquilamente el resto de su vida; no es casual su desgana, pues la profesión exige ser un hábil actor, estar en plena forma física y mental y pasar largos periodos de tiempo viviendo las 24 horas la vida de otra persona.
Según parece, en un principio, el guionista Milligan no quería aceptar este encargo, pero pronto descubre el potencial de la historia y se hace con las riendas de una manera notoria. Su planteamiento en la primera miniserie de las dos contenidas en el tomo ENCUENTROS CASUALES es mostrarnos la profesión del Blanco Humano como un riesgo para la identidad del que la asume, un deterioro continuo del yo que podría hacerlo desaparecer. Aunque Chance es el prototipo del héroe -retomando una cita de David Michelinie, ese “humano capaz de estar sometido a presiones y responsabilidades que exceden de las de sus pares, carga que acaba por cobrarse su precio y la que al final demostrará al verdadero héroe”- en muchos momentos demuestra que el peso es demasiado incluso para él. Si unimos esta profunda e inteligente reflexión a un guión muy bien urdido, plagado de ironía, acción, giros inesperados, absorbente y con complejos y bien definidos personajes, el resultado es una obra maestra de las que me gustaría guardar y recordar, aunque esté presentada como una propuesta más entre los numerosos pliegos que imprimen mes a mes todas esas máquinas de las editoriales, llenando nuestro imaginario de personajes e historias entrañables de los que, estadísticamente, no todos sobrevivirán al tiempo.
Por supuesto, fundamental en esta entrega de BLANCO HUMANO es también la aportación gráfica, no se queda corto en brillantez el dibujante, Biukovic, embelleciendo los textos con un dibujo de alguna manera sencillo pero a la vez trepidante, equilibrado y bien proporcionado.
Visto el éxito de esta primera miniserie, en 2002 se le hace otro encargo a Milligan, que se titulará “MONTAJE FINAL”, y supone el segundo arco que se recoge en este tomo editado por Planeta que estamos comentando. Tras la triste noticia de la prematura muerte de Biukovic, será Javier Pulido su sucesor a los lápices, y cumple de sobra, en un estilo que tiene cosas en común con el de su predecesor. De nuevo, un excelente resultado en el que Chance penetra en el intrincado mundo de Hollywood, mostrando la cara oscura del supuestamente radiante mundo de la capital del Cine, y puede que una reflexión de Milligan sobre la experiencia que adquirió como escritor de guiones cinematográficos. Argumentalmente, los sucesos aquí se unen a la miniserie anterior, por medio de la historia de la asesina a sueldo y prosigue diluyéndose en su trabajo la personalidad de Chance.
En la serie regular que seguirá a este trabajo el guión es íntegro de Peter Milligan, y en el capítulo de dibujo le acompañarán de nuevo Pulido, y Cliff Chiang y Cameron Stewart. Además, Milligan introduce más pensamientos laterales, creo que interesantes, sobre el presente en el que se produce, tales como las consecuencias de los atentados de las Torres Gemelas, los tópicos made in USA, el futuro que depara a las grandes estrellas, religión, política, etc. Supone una lectura entretenida, únicamente con un pero, porque hasta el último número que se ha publicado en EE.UU. la serie no contempla un final definido, termina con más preguntas de las que empezó acerca de la identidad humana, y no sabemos si eso quiere decir que habrá más entregas en el futuro (que según apuntan rumores es lo más probable, pese a que puede que no esté ahí Milligan) o tal vez lo que pretende el escritor que le ha dado fuerza a este proyecto es resaltar que no hay respuesta al planteamiento, que el desprendimiento de nuestro propio yo es un factor del que no nos podemos librar. En cierto sentido, si echamos un vistazo a la Historia no le falta razón; por ejemplo, si analizamos la vida actual en las grandes ciudades, a simple vista sólo contemplamos un conjunto de seres humanos sedentarios, atados a un lugar y a unas rutinas. Si quieren quedar inscritos en ese sistema (por otra, única posibilidad de supervivencia en este medio) habrán de responder con su esfuerzo a los mecanismos de control imperantes, es decir, horarios, tarjetas de identidad, movilidad geográfica, hipotecas, obligaciones asfixiantes, burocracia, etc. También en el capítulo de estímulos y comunicación, pues en las relaciones se exige la integración de todo miembro en las costumbres generalmente aceptadas: mostrar apariencia de felicidad; adscribirse a grupos; la unión en pareja; ser duchos en actividades de ocio tales como beber, fumar, saber de fútbol o disponer de dinero para salir; cuidar la imagen física que exteriorizamos al máximo; participar en actividades ampliamente reconocidas; ser tenido en cuenta,... entre otras muchas cosas. En todo ello repercute la presión de modelos arrolladores, líderes erigidos por ocultas conveniencias que son los que marcan las tendencias y las pautas a seguir, y que ellos mismos, o incluso a través de la masa abstraída, podrán decidir quién responde al rígido esquema impuesto y quién se queda fuera. No obstante, también ellos serían víctimas de un sistema con vida propia una vez llegados a cierto punto de aceptación generalizada. Y a través de ellos se marcarían modas muy fáciles de extenderse y a las que adaptarse, pero un flujo tsunámico para el que ha sido apartado o no se siente atraído, abismos que se acrecientan día a día, cuando en el mismo sitio se producen importantes registros cada vez más difíciles de reconciliar: integración y exclusión, democracia y tiranía, pobreza y riqueza, comodidad y crudeza. Si se analizan objetivamente, estos hechos podrían habernos borrado ya nuestra verdadera naturaleza, y tal vez estar instalando el universo alienante para la individualidad que se describía en libros como “Mundo Feliz” de Huxley, “1984” de Orwell, “Fahrenheit 451” de Bradbury o “V de Vendetta” de Moore -entre los que más recomendaríamos sobre el tema-, por improbable que en superficie este planteamiento literario nos pudiera parecer.
Como nota final, decir que a principios de 2010 la FOX estrenó una nueva adaptación a la TV de la serie, de la que no dejo de escuchar malas críticas que no animan a echarle siquiera un vistazo de cortesía al episodio piloto. Aunque no por prejuicios deberíamos dejar de dar oportunidades, o comenzaríamos a participar también del terrible desgaste.
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