En
el año 1979 Alan Moore inició su carrera profesional en el mundo del cómic, a sus 25 años. No pasaba precisamente por buenos
momentos en lo económico, con una hija pequeña y sin empleo. Anteriormente sólo
había estado en trabajos comunes y, sin embargo, tenía puesto todo su empeño en
conseguir ganarse la vida mediante su hacer artístico, decisión latente en él
después de una creativa etapa adolescente en fanzines y movimientos culturales
de su ciudad Northampton. De modo que tras un periodo en blanco, fue este año
cuando al fin lo consiguió.
Aunque
desde años antes ya colaboraba de forma desinteresada con varias publicaciones
(les enviaba páginas o tiras cómicas con las que darse a conocer), no encontró
un hueco para él en el mercado inglés hasta que envió dos entregas de una
historieta de media página a la revista semanal británica sobre música
–principalmente rock- ‘SOUNDS’. Iba de un detective algo inusual que
debía resolver el caso de “¿Quién mató al rock and roll?”;
básicamente suponía un puñado de viñetas divertidas llenas de referencias
musicales dirigidas a un público adolescente interesado en el tema. El motivo
argumental en substancia podría resumirse en la visión de Alan Moore de
que la aparición de nuevos tipos de música como el punk o la música electrónica
estaban desplazando la predominancia del rock and roll. No necesariamente
se trata de una crítica, sino una constatación, ya que Moore admira o conoce a
muchos de estos nuevos músicos que surgían en ese momento. De modo que el
proyecto de la tira gustó, Moore fue contratado y desarrolló la historia “ROSCOE
MOSCOW” durante 60 episodios, desde el 31 de marzo de 1979 hasta
el 28 de junio de 1980, firmada bajo el sobrenombre de Curt Vile (en
homenaje al compositor judío Kurt Weill).
‘Sounds’
se editaba en tamaño A3 y su espacio ocupaba media página, emplazado a menudo
junto a otra tira de otro autor, Lápiz Salvaje (Edwin Pouncey), titulada
“Rock n’ Roll Zoo”, que éste realizaba para la revista desde 1976. Ambos
realizaron incluso colaboraciones entre sus creaciones y afianzaron una amistad
que dura hasta hoy.
La
ocasión suponía la primera oportunidad para su profesionalización artística,
como decimos, y el inglés lo tomó como un reto cada semana. Moore trataba
sobre todo de ser experimental y divertirse en el rectángulo que le daba su
página apaisada: diferentes esquemas de viñetas y rótulos para el título,
cambio en las técnicas de dibujo (por ejemplo, a veces trabaja directamente con
fotografías), estilos y continuas referencias y homenajes a otros personajes y
autores que le interesaban o que se estaba mirando, y también demuestra
maestría en los diferentes usos del lenguaje (de lo vulgar hasta lo culto).
También en lo argumental, pues su guión era autoconclusivo cada semana, pero en
la última viñeta dejaba abierto el argumento para proseguir la continuidad en
el caso que iba investigando Roscoe.
El
protagonista, un antihéroe, es
definido por su mismo autor de esta manera: “Roscoe no pretende ser un
personaje agradable: le aterrorizan las mujeres, le aterrorizan los
homosexuales, tiene una profunda y xenofóbica aversión hacia los extranjeros,
porta una tarjeta de los republicanos que hicieron campaña por Nixon, es
alcohólico, un impotente sexual neurótico que no puede conservar un trabajo y
que viste como un detective privado como parte de un patético intento de
autoestima. Es un imbécil, simple y llanamente”. Él constituye el vehículo
de la historia, no sólo porque participa de sus acciones, sino porque es el
narrador en primera persona al modo que se hace en el género negro, pero usando
el recurso del disparate al describirnos en tiempo presente todo lo que va ocurriendo
en la escena, incluso lo que él mismo dice en el momento en que se lo comunica
al interlocutor, y su habla siempre se centra en cosas extravagantes o
contradictorias pero de las que él mismo está totalmente convencido, lo que
implica que se produzcan desternillantes situaciones y equívocos, como esta
viñeta del capítulo 8 que vemos en la imagen abajo, y que por otra parte
ejemplifica la permanente implicación de Moore en la lucha contra la homofobia.
La
narración de la aventura se conduce
mediante la aparición de pistas, localizaciones y sujetos sospechosos para
encontrar al asesino del rock and roll (llamado cariñosamente “Rocky”), tomando
continuamente giros inesperados basados en la técnica del absurdo, y el uso
de un protagonista del que burlarse. El conjunto constituye todo un
ejercicio de retórica, utilizando principalmente la ironía, es
decir, manifestar lo contrario de lo que se quiere expresar; esto no es más que
un medio para satirizar o criticar cualquier cosa que sucedía alrededor de Curt
Vile cada semana, intentando contarla con ingenio y humor, tanto visual como
lingüístico, aunque sin dejar todo el contenido explícito porque busca siempre
que el lector tuviera que participar en la interpretación del mensaje, para
provocarle o hacerle pensar, ya que el autor siempre lo “considera muy
inteligente”. Precisamente de esta acción surge un punto polémico de la
historia, cuando el protagonista demuestra un turbador sentimiento de filiación
y simpatía hacia el nazismo. Tradicionalmente, lo que se pone en manos de
la figura más visible de una ficción es con lo que más nos solemos identificar,
y por eso esta decisión arriesgada le arrojó críticas en su momento. Una
explicación lógica es que la opción de Moore por esta estrategia podría
obedecer a que por la época, a finales de los 70, se estaba extendiendo el
uso de la iconografía fascista en diversas estéticas de grupos de música (incluso
en estrellas visibles como David Bowie). Pretendían la provocación al ser
símbolos tabús para la sociedad, y con los que probablemente se estaban
familiarizando muchos lectores de ‘Sounds’.
En
nuestra opinión personal, se entiende perfectamente el sustrato de lo que Moore
pretende hablarnos, que es su oposición a esta ideología. Continuando con el
ejercicio de retórica, y si nos permiten la licencia de comparar este cómic con
los versos, es como si empleara el retruécano, es decir, repetir
los mismos elementos de una composición pero con otro orden que le dé un sentido
totalmente distinto. Sin embargo, es verdad que en una lectura rápida o
superficial la actitud de Roscoe o la imaginería nazi pueden despertar recelos,
que desaparecen si hacemos una apreciación más profunda por nuestra parte y nos
fijamos en que no es más que una invención para ridiculizarla. Si se lee
completa la serie de ROSCOE MOSCOW, veremos que al final Moore incluso
conseguirá despertarnos cierta emoción ante la tragedia de la locura o el
alcoholismo en el protagonista.
En
ocasiones, al ser preguntado por la inspiración que tomó al realizar
ROSCOE MOSCOW, Moore nos ha señalado la obra “ACE HOLE, el detective
enano” de Art Spiegelman, parodia del detective privado tipo que
realizó en los 70. Asimismo, el teórico Greg Strokecker ve relación también con
otro personaje coetáneo a Roscoe, “THE OMEGA REPORT” (1978) de Bryan
Talbot, que combina el género negro, la ciencia ficción y el rock and roll.
En
sus episodios, Roscoe Moscoe es rodeado a su vez de otros personajes
habituales como su esposa Maxine, que desde el episodio 5º nos
conecta ya a la realidad de lo que estamos leyendo: Roscoe no es en realidad un
investigador, sino que cree serlo por su problema con el alcohol, lo que va
dando mayor sentido de humor. Otros participantes son el cuervo imaginario
Mycroft que sólo ve él cuando está borracho; Wiggy Pulp, artista que
se autolesiona y que le echa una mano en la investigación; el doctor Zoltan
Von Zigoto, psiquiatra de Moscow; o Curt Vile, inserción del mismo
Moore pero en una versión malévola que cuenta desconcertantes e ininteligibles
historias sobre personajes de extrema derecha (cercanos al fascismo) y que va
portando incluso esvásticas, otro elemento retórico para potenciar la burla.
Además, el número del resto de secundarios que nos
acompañan en la lectura es extenso, creados expresamente o parodiados,
ofreciéndonos un enorme despliegue por las tiras que demuestran una admirable
habilidad para realizar caracterizaciones y provocarnos unas risas.
Aunque
la historia funciona bastante bien y se va hilvanando con genialidad y elevadas
dosis de entretenimiento, los conceptos que se van exponiendo en esta primera
piedra de toque no son tan complejos o sofisticados como los que Moore irá
alcanzando en sus guiones posteriores; más bien contemplamos a un creador
receptivo a estímulos y en pleno proceso de formación, aprendiendo a
narrarnos visualmente sus ideas, afinando su ironía y su manera de describirnos
las cosas, en definitiva cultivando habilidades para la escritura y la
comunicación de pensamientos que bullían en su cabeza por entonces.
Durante
los dos años que permaneció haciendo ROSCOE MOSCOW, Alan Moore se concentró
intensamente en mejorar su dibujo. Según nos cuenta, le suponía media
semana el realizar cada página -de tamaño A3-, dedicándole la jornada de la
mañana (porque por las tardes prefería escribir). A veces veía o escuchaba
mientras las noticias, para atrapar ideas de actualidad aquí o allá. La
ilustración la concebía profusa, recargada de personajes, fondos perfectamente
estudiados y elementos o mensajes complementarios a la historia –a menudo
disparatados- con objeto de enfatizar las situaciones y provocarnos una
sonrisa. Cada viñeta la acababa con esforzados sombreados y rellenos de
puntitos para dar volumen y buscar una terminación más bella. Incluso los
bocadillos y la rotulación manual se van adaptando al llenado que pretende y al
estado de ánimo de los personajes. Comenta Moore que siempre cumplió los plazos
con los que se había comprometido y que los editores no parecían disgustados
con el resultado de su trabajo. Al trabajar con múltiples referentes gráficos,
se aprecia cómo va intentando encontrar su propio trazo al dibujo y sobre todo
la irradiación tan potente que le producen el estilo de Will Eisner, los
cómics de terror de la época y las aventuras de superhéroes,
aunque la documentación que más notoriamente le cautiva es el hacer del comix
underground, con su estética en blanco y negro, los paisajes surrealistas,
las exageraciones, las transgresiones o la experimentación en la configuración
de la página; especialmente, en entrevistas nos ha destacado el influjo que le
provoca Robert Crumb “dibujando los personajes como si fueran basura” y
su manera de acoger abiertamente temas como el sexo, la violencia, las drogas o la protesta
social.
Quizás
si Alan Moore hubiera continuado dibujando hasta la actualidad podría haberse
hecho con un estilo depurado y un nombre en el panorama, y pese a que siguió en
la tarea hasta casi finales de los años 80 nos afirma que ya tras ROSCOE
MOSCOW tomó la decisión de que debía dedicarse a otros menesteres, prefería más
particularmente la escritura, donde veía que podía destacar más. Las
razones que argumenta son varias; la principal es que no era rápido con los
lápices, y eso le retrasaba, al realizar cada ilustración no podía contar
tantas cosas como deseaba ni publicar tantos proyectos (y tenía en mente la
responsabilidad de sacar adelante su economía familiar); por otra parte, se
considera perezoso como artista, porque había cosas que no le importaba dominar
en su trazo, como la anatomía o la expresividad, sobre todo viendo la
perfección que alcanzaban los dibujantes que se sumaban a los guiones que él iba confeccionando paralelamente en
estos años para las editoriales. No convencido de sí mismo, en cambio el
esfuerzo vertido le ayudó a desarrollar una profunda sensibilidad hacia el
oficio del dibujante, y en lo venidero fue pensando sus guiones no sólo acorde
a su forma de entender la historia, sino también adaptados a la manera de hacer
las cosas de cada uno de sus colaboradores, otros problemas aparte con ellos,
pero desde siempre ha respetado y valorado tremendamente el resultado de sus
esfuerzos.
Por lo tanto, después de su primer trabajo en ‘Sounds’,
Alan Moore simplemente proseguiría realizando sus cómics completos porque se
sentía a gusto y quería cumplir sus compromisos, pero, como él mismo afirma en
diversas ocasiones, a partir de este momento mejorar el apartado gráfico ya no
era una obsesión para él, sino sólo un instrumento más de los que utilizaba
para contar cosas, como podía ser un texto, una canción o una performance.
Fueron
muchas las alusiones vertidas en ROSCOE MOSCOW, que nos señala
claramente el teórico Andrew Edwards. Entre las musicales, seguro
perfectamente entendibles por iniciados en el tema o lectores contemporáneos a
la revista, la distancia en el tiempo y mi particular desconocimiento del tema me
hace perder mucho en este texto que estoy escribiendo. Algunas de las más
importantes en el argumento, que conducen a la muerte del rock and roll las
podemos ver en la imagen sobre estas palabras: David Boko (David Bowie
en la vida real) es un demonio lovecraftiano con un papel predominante en el
panorama musical de la época que sabe algo de la muerte de “Rocky”; es
auxiliado por Wiggy Pulp (Iggy Pop); los Kraftwerk (Rafiawerk)
participan en la conspiración y se interesan por lo que va averiguando Moscow;
o los Stick Pimples (Sex Pistols) creadores que participan en la
“conspiración” con los managers de que la música ya no sea tanto arte como un
negocio. Otras alusiones son a los superhéroes, como un género ya
agotado: Brain One, por Brainiac 5 de DC (también podría ser una cita
musical a Brian Eno); los científicos Sivana Brothers por el Doctor
Sivana del Capitán Marvel; el Sargento Gutz y sus maniacos mutiladores
por Sargento Fury y sus Comandos Aulladores; Rocket Redglare (traducido,
“Cohete de luz deslumbradora”) el antiguo Capitán Billy ya retirado por ser muy
viejo, en homenaje a Steve Rogers el Capitán América; la Cerilla Humana
–ya consumida- en lugar de la Antorcha Humana; Plastilina Man por
Plastic Man; Oso Australiano Man por Batman; el Silver Sufre por
Silver Surfer; Green Letrina por Green Lantern; Doctor Ligeramente
Anormal por Doctor Extraño; o incluso la “Polla Voladora”.
Sobre
toda esta parodia gamberra y rompedora de esquemas montada en la narrativa para
ROSCOE MOSCOW, Andrew Edwards nos señala un sugerente punto de vista, al
afirmar que la ridiculización extrema de estos elementos que Moore
observa en la cultura occidental en la que vive constituirá para él un acto
de maduración, un hito en su carrera que dará paso en su futuro inmediato a
la creación de conceptos frescos y sofisticados sobre los superhéroes en obras
como “Marvelman” o “Watchmen” y a la introducción de muchos de los temas tabús
que hemos mencionado, pero a partir de ahora tratados de una forma seria y comprometida.
No obstante, nos parece que en muchas de sus obras posteriores será capaz de
cambiar de registro con elegancia y acierto, incluso dentro de la misma
historia. Humor y drama convivirán por sus trabajos como en la vida misma, por
lo que la experiencia desarrollada en Sounds nos parece tremendamente
enriquecedora para su consagración como autor.
Cuando
en 1980 llegó la oportunidad para Alan Moore de escribir guiones para la
editorial 2000AD, centrados en el género de la ciencia ficción, cambió la temática
musical que seguía en ‘Sounds’ para optimizar sus estudios de documentación,
finalizando Roscoe y comenzando así una nueva serie de continuidad para la
revista que ahora parodiaba la CI-FI: “THE STARS MY DEGRADATION”.
La
verdad es que se ha hablado relativamente poco de estos trabajos iniciales de
Alan Moore, y es difícil encontrar acaso una referencia aquí o allá.
Indudablemente, parte de la culpa de este desconocimiento o minusvaloración la
tiene el que no hayan sido reeditados desde su publicación en los 80, por
expreso de deseo de su autor, que no desea cobrar dos veces por un trabajo que
reconoce que no es el Alan Moore que conoce o espera el público en general. Sin
embargo, recientemente se mostró satisfecho ante la idea de que permanezcan
disponibles para su descarga libre y gratuita en Internet, tarea en la que
se han aplicado en 4COLOR HEROES, especialmente hay que agradecer a Pádraig
Ó Méalóid . Estos últimos años, en lugares web como BLOG DE ESPIRAL
y ahora EMBRYO – A.Moore en español nos ha parecido estimulante
capitanearnos por varias actividades, una de ellas ha sido concentrarnos en
rastrear las primeras huellas que Moore fue hoyando en el medio del Cómic, para
lograr alumbrar un mapa más amplio de ese enorme poliedro que compone la creatividad
de este particular autor. El ejercicio que nos propusimos para abordar el tema
ha sido alumbrar estos trabajos en lengua española para experimentarlos
minuciosamente, en colaboración con un amplio repertorio de estudiosos hechizados
por el arte mooreano. Un proceso duro, extenso en el tiempo, que nos exige
exclusividad, y de escasos resultados directos; supone casi como apartarnos de
lo terrenal en un ritual mágico, pero que sin duda nos espolea enormemente en
lo personal y que en lo general nos parece que puede aportar un capa más al
fresco histórico del medio Cómic. Mientras tengamos la oportunidad, seguiremos
insuflando aire a esta labor, que os invitamos a compartir periódicamente en
nuestro espacio:
BIBLIOGRAFÍA (TEXTOS)
-
Entrevistas a Alan Moore (años 80-actualidad).
- “Forward”. Por Eddie
Campbell, 1986
- “The other Alan Moore”. Por
Bambos, 1986.
- “Digging up Moore’s
underground”. Por Greg Strokecker, 2003.
- “Alan Moore in Sounds
Magazine”. Por David Hume, 2003.
- “Alan Moore’s Roscoe
Moscow”. Por Andrew Edwards, 2008.
- “Storyteller”. Por Gary
Spencer Millidge, 2011
-
“Estudio sobre Alan Moore y Northampton”. Por Maese ABL, 2011.
2 comentarios:
Fantástico, Maese. Tu trabajo y el de otros colaboradores que realizáis codo con codo sobre Alan Moore es encomiable. Gracias.
Pues muchas gracias por lo que me toca, aunque la verdad es que el mérito es del trabajo colectivo, y por supuesto del autor, su genialidad nos hace agradable el estudio.
Publicar un comentario