El sofoco es aplastante. Un tipo sonriente me alquiló este piso en la estación. Los muelles del colchón se me clavan en la espalda.
Un ruido de llaves en la entrada. Vueltas y más vueltas en la cama. El cuadro en la mesita de noche me mira. Tengo que moverme, el sudor moja este lado.
Repaso mentalmente los planes para mañana. Alguien hurga la cerradura. Giro la cabeza y veo al tipo del cuadro. Parece más risueño, debe ser el calor.
Me levanto a la cocina a beber. Paso junto a la puerta haciendo ruido al pisar y alguien detrás refunfuña, luego prosigue su tarea. Al volver me fijo en un póster en la pared: el mismo hombre de la mesita. Busco un teléfono por el inmueble, sin éxito.
La cama está más fresca, pero húmeda. Cloc-cloc. Ha acertado a girar el engranaje. Un escalofrío me sube desde la rodilla. Nada ocurre. “Quién es?”. Nadie responde, quizás porque no saco la cabeza de debajo de la almohada. Los goznes crujen.
Quiero despertar, me pellizco y me duele. La luz filtrada de la farola de abajo reluce en la sonrisa que me mira desde la mesita. Pom, alguien encajó la puerta.
Me duele la cabeza y me pesa el cuerpo. Mi corazón late con un extraño ritmo; no, parecen pisadas discretas en el pasillo.
Intento cerrar con el pie la habitación, aunque no llego. Mi respiración es profunda, va a su aire y no puedo moverme. Algo se cae muy cerca de la cama. Espero que sea el tío sonriente. Subo la sábana hasta arriba del todo. En la delgadez de los muros de mi atalaya encuentro la seguridad y el sueño comienza a apoderarse de mí. Incluso el calor remite y poco a poco me embriaga la placidez.
Un ruido de llaves en la entrada. Vueltas y más vueltas en la cama. El cuadro en la mesita de noche me mira. Tengo que moverme, el sudor moja este lado.
Repaso mentalmente los planes para mañana. Alguien hurga la cerradura. Giro la cabeza y veo al tipo del cuadro. Parece más risueño, debe ser el calor.
Me levanto a la cocina a beber. Paso junto a la puerta haciendo ruido al pisar y alguien detrás refunfuña, luego prosigue su tarea. Al volver me fijo en un póster en la pared: el mismo hombre de la mesita. Busco un teléfono por el inmueble, sin éxito.
La cama está más fresca, pero húmeda. Cloc-cloc. Ha acertado a girar el engranaje. Un escalofrío me sube desde la rodilla. Nada ocurre. “Quién es?”. Nadie responde, quizás porque no saco la cabeza de debajo de la almohada. Los goznes crujen.
Quiero despertar, me pellizco y me duele. La luz filtrada de la farola de abajo reluce en la sonrisa que me mira desde la mesita. Pom, alguien encajó la puerta.
Me duele la cabeza y me pesa el cuerpo. Mi corazón late con un extraño ritmo; no, parecen pisadas discretas en el pasillo.
Intento cerrar con el pie la habitación, aunque no llego. Mi respiración es profunda, va a su aire y no puedo moverme. Algo se cae muy cerca de la cama. Espero que sea el tío sonriente. Subo la sábana hasta arriba del todo. En la delgadez de los muros de mi atalaya encuentro la seguridad y el sueño comienza a apoderarse de mí. Incluso el calor remite y poco a poco me embriaga la placidez.
4 comentarios:
Esto último me resulta familiar... ¿Por qué será? ¿será la situación? ¿el señor del retrato?
Para cuando tengas club de fans, me pido ser el tesorero. Un saludo, artista.
Jejejeje no se te pasa una, Señor Testalocca ;-)
Pues creo que no dentro de mucho tiempo voy a poner una entrada relacionada con eso en mi blog...
Por cierto... es un honor que me hagas sentirme presente por aquí de una forma tan curiosa
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