jueves, 20 de enero de 2011

LA EDUCACIÓN DE HOPEY GLASS

Es muy complicado explicar con palabras la experiencia de leer un cómic de los realizados por Jaime Hernández, pero si usted ha entrado en contacto con alguna obra suya seguro que el entendimiento entre lectores se vuelve fácil. Se trata de un autor completo que desde los ochenta escribe y dibuja sus propias historias a partir de una iniciativa común familiar y de la que también se erigió otra gran figura, su hermano Beto. En sus argumentos están presentes sus orígenes (creemos que mejicanos) y en cómo ellos inciden en la nueva vida al oeste de los Estados Unidos, anexionando además elementos salidos de sus obsesiones / intereses / observaciones como el culebrón, la lucha libre, la música y moda punk, los escenarios alternativos, los dibujantes, los traficantes de droga o las chicas guapas y bisexuales, entre otros muchos. Sus temas son amplios, y su forma de tratarlos es dulce, llena de vida.

En España disfrutamos, gracias a Ediciones La Cúpula, de una estupenda recopilación de todo el material realizado entre 1981 y 1996, conformada en tres volúmenes titulados “LOCAS”. En ellos hay multitud de protagonistas que viven sus historias cortas entrelazadas, pero sobre todo destacan dos personajes desde el principio que por una cosa u otra llegan a ser el centro de atención de todos los demás: las pequeñitas Maggie y Hopey, sobre todo la primera que se transforma en su musa, a la que cambia constantemente el color de pelo, el peinado, el estilo de vestir, la forma de llamarla (Mag, Perla, Canija, Maggot o Margaret) y disfruta desnudándola y poniéndola a prueba en todo tipo de situaciones. Incluso es el personaje al que más mella hace el paso del tiempo, pues la chica de parecer la gemela de Hopey irá engordando y envejeciendo de forma mucho más acentuada que el resto de personajes (o al menos, decimos que empáticamente nos afecta más porque es la referencia protagonista de estos relatos). Lo que no cambia nunca es su carácter inseguro, indeciso y tímido.
Precisamente esta peculiaridad de su carácter es la que focaliza el volumen “La educación de Hopey Glass", realizado por Jaime entre 2004 y 2007 y recopilado en España en 2008. Se divide básicamente en dos historias: la de Hopey y la de Ray. Ambos han sido amantes de Maggie, ha pasado el tiempo y en los dos ha dejado el desamor recibido una huella imborrable. A modo de bisagra actúa Ángel, la chica que ahora tiene mayor amistad con Mag. Parece ser que en los meses próximos La Cúpula va a rescatar material inédito anterior cronológicamente a éste (“Penny Century”), pero personalmente esta incoherencia en el orden de publicación en nuestro país me ha aportado una interesante reflexión sobre el paso del tiempo.

Como decimos, los años transcurridos sí importan, y son irrecuperables. Los personajes quieren seguir buscando su propia identidad pero el tiempo, la edad, las circunstancias hacen marca imborrable. Podemos intuir que las cosas han cambiado para los protagonistas, pero no sabemos cómo. Y ello porque están vivos, y ya lo único que podemos hacer es ponernos a compartir con ellos este trozo de su presente, el que Jaime nos muestra. Es como cuando en la vida real te reencuentras con alguna persona al cabo de mucho; tan sólo eres capaz de comprender lo que te pueda contar, pero lo que ha vivido sólo puede interpretarse a través de la comunicación, las partes buenas vendrán acompañadas de entusiasmo, las malas de pesar o silencio incómodo y de las que le fueron indiferentes ya nunca sabremos nada, ni si tal vez en el fondo sí resultaron trascendentes para un observador neutro. Es lo que pasa con este excelente cómic recopilatorio, de nuevo, de historias cortas entrelazadas entre sí.
Hopey siempre ha sido irresponsable, inestable y en general nunca se ha tomado nada en serio, ni siquiera su belleza, que es mucha, y lo sigue siendo en su madurez. En Maggie encontró un gran apoyo desde el principio. Lo primero que hizo cuando la conoció fue volverla loca, confundirla en sus ensoñaciones y sus aspiraciones de encontrar al hombre ideal y de esta forma le hizo ver los placeres de tener sexo con otra mujer, y a ello se dedicaron durante años. Nunca realmente la enamoró, sí le ofreció un refugio cómodo, y ambas buscaron consuelo tanto en otras mujeres como hombres. Pero se adivinaba siempre que Hopey realmente sí sentía amor por Mag. Ahora la ha perdido, al menos de la forma en que antes la tenía, pero a través de la trama vemos que Hopey ya nunca querrá dejar soltar los hilos de amistad definitivamente, y se ven esporádicamente aunque se peleen. Y ha llegado el día en que a su edad la vida la reclama, ya no puede huir más. Un buen trabajo la espera, el de ayudante de maestra, y por fin vemos al personaje luchar por madurar, y aunque al principio incrédula pronto se dará cuenta todo lo que puede dar de sí. Además sus labores con niños la ayudarán a recuperar parte de su infancia y las razones de cómo llegó a perder el rumbo cuando abandonó la inocencia.

Ray tiene ya una cierta integración social, ofrecida por un trabajo estable, pero en su tiempo libre busca la evasión, hacer como que rompe las reglas para liberarse. También ha seguido adelante sin Maggie, pero los dos años que vivió en pareja con ella le han dejado huella imborrable, ya nunca ha conseguido volver a sentirse igual de bien que antes, porque él llegó a amarla en sus virtudes y sus complejos (ya empezaba a estar gordita por aquel entonces). Ahora ya no la tiene, se está dejando llevar más por las pasiones y anda a la caza de Vivian, una bailarina jovencita de poca cabeza y metida en líos con bandas y traficantes, lo que lo envolverá en problemas. Poco a poco veremos la influencia que también Maggie le ha dejado a él y a su entorno y los efectos que le producen su reencuentro. Al igual que con Hopey, él supuso para ella un punto de inflexión en el que explorar sus sentimientos, pero al final no tuvo el valor o la entereza de asumir hasta el final el compromiso que con él había iniciado. El cómo supera Ray el desamor o aprende a vivir con él es otra parte importante de este segundo arco.

Ahora Ángel, que tiene un papel de cierta relevancia en las dos historias, es la nueva amiga de Maggie y está fascinada por ello, como les pasó a todos al principio. Parece como si la pasión que Jaime Hernández siente por el personaje se contagiara a los lectores y por supuesto también al resto de personajes de su universo, que como hemos dicho sólo les falta respirar para parecernos vivos, tan buena es su caracterización.
Con respecto al dibujo, en este tomo vemos cómo ha llegado a un punto de absoluta sencillez, que no simpleza. De nuevo, el eterno blanco y negro con el que tan bien sabe atrapar la luz, el paso del día, las estaciones, y por supuesto la expresividad y movimientos que se contienen en cada viñeta. No nos olvidamos tampoco de cómo sabe captar en apenas unos trazos las diferentes razas y el mestizaje sin entrar en tópicos o distorsiones (Maggie y Hopey tienen claramente rasgos hispanos). Aquí ha optado por páginas de 6 a 8 viñetas, donde se deja seducir por la belleza de sus mujeres (y ojo, ninguna son top models), y para los hombres busca afectar su aparente seguridad ante los desencantos de la vida. Como de costumbre, sabe condensar volumétricamente muy bien los escenarios y la ciudad que habitan sus personitas, aunque no podemos decir lo mismo de los coches y máquinas, que se ve que no le gusta demasiado dibujarlos. A través de la narración gráfica, se introducen multitud de mensajes, frases coloquiales, imágenes cargadas de información de los que muchos se nos escapan; a veces, se hace alguna aclaración al margen por parte de los traductores, y como nota curiosa recogemos esta crítica (¿o broma?) que Jaime le hace a su colega de profesión Peter Bagge:
Se podría decir que en el fondo ésta sigue siendo una historia de Maggie. Sin embargo, ella aparece sólo tangencialmente, es un nexo de unión entre los dos spin-offs y está bastante envejecida (vive su madurez física). Eso sí, continúa inmadura, o mejor dicho, sigue sin aclararse o sin tener suerte en lo que quiere o aspira en la vida. Pero ya vemos una nueva generación más joven y enérgica -también influenciada por el efecto Maggie- que pide paso en el mundo de Jaime, ahora son ellos los que llegan con ganas de comerse el mundo y el papel que hacía la familia en los primeros números lo ocupa aquí la vieja guardia, esta vez ellos están en medio de las “locuras juveniles”. Parece que el pequeño y gran mundo que ha creado este autor sigue latiendo con fuerza, y más que un epílogo a las historias de LOCAS, que también lo es en cierto modo, se ha parido el futuro de lo que podrán ser. Personalmente espero que ojalá así sea.

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