Con este enorme volumen titulado “LUBA” de casi 600
páginas la editorial La Cúpula recopila los tres tomos realizados por Gilbert
(apodado Beto) Hernandez que reúnen las andanzas de Luba más allá de la saga de
“Palomar”: “Luba en Norteamérica”, “El libro de Ofelia” y “Tres hijas”. En él
se narra la vida de la familia de Luba y de Pipo tras emigrar desde su
pueblecito mexicano hasta la costa oeste de los EE.UU. Lo cierto es que no es
una historia independiente, sino que está completamente enlazada con hechos
anteriores; de hecho, ya comienzó en los últimos capítulos del volumen titulado
“Palomar 2” aquí en España y también es una respuesta a aquel spin-off llamado
“Río Veneno” en el que se contaba el origen de Luba, tan complejo y trabajado
que sus historias pasaron a enriquecer el resto del universo del que provenían.
Las fechas de realización de esta obra no podemos
precisarlas con mucha exactitud, pues las historias que se reúnen no nos vienen
presentadas por orden de realización, sino cronológico con respecto a lo que se
cuenta, ya que Beto tiende a embarcarse en multitud de líneas argumentales
abiertas que poco a poco va concretando en el tiempo. Encontramos capítulos fechados
desde 1997 y parecen finalizar definitivamente en 2006. Por medio, a los
Hermanos Hernadez les dio tiempo de cerrar y refundar varias veces su revista
Love & Rockets donde los publicaban.
El pasado de Luba vuelve por tanto de modo difícil
para ella, y lo hace en forma de dos hermanastras que residen en EE.UU y a las
que no conocía: Fritz y Petra. Cada una de las chicas tiene una vida diferente.
Luba lleva tiempo huyendo de un mundo de narcos y drogadicción, criando como
puede y con la vital ayuda de su prima Ofelia a sus hijos de diferentes padres,
nunca renegando de sus responsabilidades y nunca renegando de una buena juerga.
Fritz, alias de Rosalba, es psicóloga y ello le sirve para mostrar
comportamientos diferentes según la persona que tenga al lado, lo que irá llvándole a un gusto por la interpretación. Petra está
casada, tiene una hija llamada Venus, trabaja en un laboratorio, y lleva una
vida aparentemente sencilla y común. Físicamente tampoco se asemejan demasiado:
Luba es india mestiza, con flacas piernas (“de gallina” como se dice en las
páginas); Fritz y Petra pasan más desapercibidas en los Estados Unidos por sus
rasgos o su pelo, si bien la primera posee un cuerpo más proporcionado y la
segunda tiene caderas anchas y piernas fuertes que además trabaja en el
gimnasio. Lo común en las tres es la “predisposición genética a crecerle el
pecho”.
La otra familia que protagoniza esta gran saga es la de
Pipo. Ella junto a su ex -marido Gato ha sabido asentarse en Norteamérica a
base de prósperos negocios que supondrán un cobijo para todos. Siente un gran
respeto por Luba y queda subyugada por su familia, produciéndose a través de
las páginas una intensa trabazón entre miembros de uno y otro lado por
necesidad de prosperar y por lazos de sintonía, razón por la que todos se irán
trasladando a aquel país. La vida irá haciendo florecer en el tiempo multitud de relaciones
sanguíneas y de parentesco, que a veces irán rodadas y otras, en un número
amplio, serán muy difíciles de armonizar al venir obligadas con la
superficialidad que ello conlleva. Normalmente, aunque haya personajes con
mayor fortaleza, pero los protagonistas de cada capítulo van variando de forma
frecuente, sus status no serán inamovibles, y apreciaremos coincidencias que se
repiten de forma salteada entre ellos: pelo, ojos, cejas, piernas, actitud,
gustos, forma de engordar,...
A las vidas de personajes tan importantes como Doralis y
Guadalupe (hijs de Luba) o Sergio (ídem de Pipo) también irán apareciendo otros
nuevos personajes de la zona y lo hacen para quedarse, dejando profundas
huellas en las vidas de esta gente. Unos y otros irán saliendo adelante, o
intentándolo ante lo que les va deparando el paso del tiempo, los cambios en
las relaciones y circunstancias personales. Las caracterizaciones de ellos a
veces nos harán sentirnos identificados, otras pueden resultar extravagantes o
inestables, locos tal vez pero lo que no cabe duda es de que los sientes latir
en cada viñeta, comprendiéndolos en su manera de actuar. Incluso cabrán giros
inesperados que revelan sentimientos ocultos para luego descubrir con sorpresa
que siempre estuvieron ahí, desde hace años dejados por Beto en trabajos
anteriores.
El libro LUBA es más culebrón que nunca, y su lectura cautiva vorazmente
nuestra atención, aunque requiere de todos nuestros sentidos puestos ahí. Al
ser cuestionado sobre esta enorme saga de la familia de Luba, Gilbert Hernandez
nos dice: “Resultó que tenía tantos personajes que el tema de 'Luba en América'
se mantuvo más y más tiempo. Y yo realmente no quería que tuviera esa extensión.
Así que finalmente lo di por zanjado tras tantos años. [...] mi trabajo se había
vuelto muy denso, a mitad de camino de mi producción. Quiero decir, sí,
seguramente recompensaba a los lectores que los estaban siguiendo de verdad,
pero si simplemente intentas subir a bordo a la mitad, perderías el tiempo. Y
eso no es bueno para las ventas. Tienes que evaluar todo eso, y en la misma
medida, y aunque quiero ser leal a mí mismo tengo que... ya sabes.”
La trama de LUBA realmente se va convirtiendo en un ente más
y más profuso, y van quedando numerosos hilos pendientes debido a las elipsis a
las que nos tiene acostumbrado el autor. Nos hablarán sobre las razas, la
lengua o la feminidad (inmenso el estudio sobre la mujer), y profundizan en la
psicología de los personajes que va transformándose más y más al relacionarse.
¿Consigue salir de ese callejón sin salida visible en la que se ha metido el
propio Beto? Creemos que sí; la historia completa tiene muchos detalles que no
debemos perdernos para entenderla, volviendo si hace falta una y otra vez las
páginas, pero el recorrido hecho en el libro es bastante integral, dando
explicaciones a casi todo, algunas cosas nos sorprenden ya que quedaron
esbozadas en los años 80 desde el mismo principio de Love & Rockets (¿quién
quiere saber por ejemplo qué pasó exactamente entre Manuel y Soledad?).
Otra gran diferencia de este libro con lo hecho
anteriormente por el autor es la ambientación de las historias, aquí de
carácter más urbano. Bien es verdad que la vida en la costa oeste de los EE.UU.
donde transcurren gozan de la vitalidad y calidez propias del mundo hispano que
nos trasladan; no obstante falta algo de ese encanto misterioso y mágico que
tenía la vida en el pueblecito Palomar en Méjico. Aquel trazo de manchas en blanco y
negro nos transmitía colores, texturas, climatología, sensaciones, y cuando
vuelve a hacerlo en estas páginas nos comunican mucho más que los escenarios de
la ciudad dibujados por Beto, que tal vez consciente de ello constantemente nos
lleva a la playa, al bosque o a un flashback de Palomar. Puede que lo especial de
aquello era que nos resultaba novedoso y a su vez que los lectores de
tebeos ya estamos muy acostumbrados a la representación del paisaje
norteamericano, tal ingente es la cantidad de tebeos de allí publicada en
España.
El estilo de dibujo de Beto Hernandez que tenemos en este
caso se ha ido simplificando con respecto a años atrás, y no necesariamente en
pos de una depuración. Sus trazos nunca fueron perfectos, sí frescos y salidos
de una inquieta alma creativa haciendo descubrimientos continuamente. Regresan
algo más esquemáticos, rápidos, aunque desde luego aún muy efectivos; puede que
sólo sea una impresión subjetiva derivada de la desilusión nuestra que hemos
mencionado arriba sobre los fondos, puesto que los personajes, las chicas sobre
todo, son representadas con maestría y cuido: expresiones, figura, peinados,
vestimenta, particularidad racial. Eso ayuda mucho a que cada una de ellas
tenga su personalidad, y es un mérito a reconocer al autor, al que se le alaba
mucho su profunda manera de narrar y pocas veces se ensalza su dibujo;
probablemente lo hacemos por la típica comparación con su hermano Jaime, de lápiz
superdotado.
Algunos aspectos complementarios que llaman nuestra atención
son los numerosísimos diálogos y la escasa acción, propiciados por la inmensa
pléyade de nombres que intervienen en las historias y a los que Beto hace hablar
para que los conozcamos. Puede parecer difícil mantener la calidad en la
narración con tanta “monotonía” gráfica, y ahí surge una vez más el genio del
autor, que sabe ir cambiando de plano, de posturas o visuales dentro de su
clasicismo compositivo. También a destacar el abundante sexo explícito
entremezclado, que el mismo Beto en algún momento del libro justifica así: “Esa
‘sopa de gran pena’ incestuosa en la que todo el mundo acaba acostándose con
todo el mundo”.
En lógica con la producción de Beto, sus obras posteriores
seguirán teniendo relación con el patrimonio de personajes o situaciones
ya planteadas. En concreto, ha dado forma de cómic a las películas de serie B que
Fritz interpreta en su carrera como actriz dentro de las páginas de LUBA, tales
como “Una oportunidad en el infierno” (2008) o “Hablando del diablo” (2009). En
ellas la trama discurre más ligera y pasan menos cosas en mayor número de
páginas, en relación a lo que estamos acostumbrados de sus lecturas; también
resultan un poco más oscuras y menos creíbles o profundas. Ello he ido
observando que le ha valido cierta crítica, enfocada a un bajón en la calidad
de sus historias. Desde aquí creemos que hay que entenderlas como eso, como un
guión ilustrado de películas de ese tipo, un trabajo de transición que al autor
ha querido otorgarse a modo de autohomenaje.
Y por supuesto la cosa no acaba aquí. En las Nuevas
Historias de Love & Rockets (volumen III), desde 2007 viene desarrollando
las andanzas de Killer, nieta de Luba que sale en las viñetas del tomo que
estamos hoy comentando y que podemos observar que al menos visualmente posee el
viejo encanto familiar.
COMPLEMENTO: ARTÍCULOS DE INTERÉS SOBRE LA OBRA DE GILBERT HERNANDEZ EN
TEBEOSFERA ENLACE