“[El libro va] acerca del mensaje vital que los labios quietos de los hombres decapitados aún pronuncian; acerca del testamento que los perros negros y espectrales escriben en orín a través de nuestras pesadillas. Acerca de alzar a los muertos para que nos cuenten lo que saben. Se trata de un puente, un cruce de caminos, un lugar desgastado en la cortina que existe entre nuestro mundo y el inframundo, entre el mortero y el mito, la realidad y la ficción, una gasa raída no más gruesa que una página. Trata sobre los poderosos cánticos repetitivos y sin sentido de las brujas y su revisión mágica de los textos en los que vivimos. Nada de esto puede explicarse.”
Son éstas las palabras con las que Alan Moore describe su primera novela, “La Voz del Fuego”, que comenzó a gestarse a principios de los 90 y se publicó en 1996. En medio, le dio tiempo de convertirse en mago, y aunque de telón de fondo están algunos temas relacionados con ello, no es la magia una premisa fundamental en el texto. El libro habla de su apego al territorio donde nació, esa obsesión que particularmente siente, pero que en su compromiso de autor canaliza como un recurso para describir a la humanidad a través de un lugar. Northampton, la ciudad donde ha vivido toda la vida, es por tanto su elección, porque es la que mejor conoce.
Para empezar esta obra, Moore partió de un intenso estudio histórico de la localidad inglesa. La Historia se le plantea como una ficción que se revisa y se reinterpreta continuamente por las épocas; por lo tanto los territorios concebidos de cualquier forma son siempre subjetivos. Sin embargo, aunque no se trate de una verdad absoluta, Moore como persona ha de habitar la Historia, pues inevitablemente él es un individuo perteneciente a ella en un tiempo, y ha de encontrar una teoría que le ayude a ubicar su vida particular. La operación que idea es la de trazar él mismo su propio mapa para instalarse en él. Su mapa, su lenguaje, serán las palabras, la narración. Por primera vez en su carrera, no cuenta con la ayuda de la imagen para la escritura, como así ha sido las veces atrás, sólo dispone de palabras para conjugarlas en el lenguaje.
El escritor comienza entablando relaciones en el tiempo. En este lugar, Northampton, Moore ha relacionado una serie de patrones de su alrededor (e incluso de su propia biografía) que se ven repetidos en los trazos de cultura que el transcurso de los siglos nos han dejado como legado: la VIOLENCIA y los RITUALES (el fuego); las PASIONES y el PLACER utilizados como algo bondadoso; el mes de NOVIEMBRE como fecha repetida en acontecimientos que le son importantes; las PIERNAS (o los pies, pues uno de los motores de Northampton ha sido desde tiempos inmemoriales la fabricación de calzado); una posible red olvidada de CATACUMBAS, CRIPTAS y TÚNELES bajo la superficie construida de Northampton y que el ayuntamiento se empeña en negar su existencia; y los PERROS NEGROS (figura recurrente de la mitología de la zona, conectada al Can Cerberos, animal que guardaba la puerta del Infierno). Estos son sus recursos para apoyarse argumentalmente, y para desarrollarlos en historias que hablen de diferentes tiempos y lugares establece un recorrido -en principio lineal- desde la Prehistoria hasta su actualidad en que escribe la novela, el año 1995.
Las bases históricas con las que empieza a trabajar son reales, pero como él mismo dice, irá buscando “los puntos débiles de las fronteras del hecho, los cruces de caminos”. De esta forma, realiza 12 capítulos, todos narrados en tiempo presente y en primera persona, la del protagonista de los sucesos que se recogen, uno por cada episodio y procurando que el personaje también tenga base histórica. Acostumbrado a completas descripciones de cada viñeta, parece que meternos en la piel de cada actor principal es la mejor forma que encuentra para controlar lo que llega al lector, poner la acción en los ojos del personaje y que sintamos como él.
En cada episodio, la actividad del protagonista y de las personas de su tiempo irá modificando al lugar, aunque estableciendo rituales con los que apaciguarse con él y sentirse seguros. Pero el territorio en sí permanece indiferente a los cambios humanos, se mantiene como algo oculto que acecha las existencias, tan sólo el escenario de la vida y también el receptáculo al que todos los vivos van tras la muerte (cuando somos enterrados). En definitiva, un co-protagonista común y ausente en todo el libro. Teniendo en cuenta este concepto de lo único que permanece, Moore lo considera un estrato que puede ser invocado en el imaginario colectivo de las generaciones pasadas y futuras; en sí es una entidad atemporal que en algunas ocasiones viene a la mente de las individualidades y que sólo a veces aparece pacíficamente. Asimismo, como el fuego, es la única realidad cuyo tiempo es mucho más alargado que el de los seres humanos. Y a ellos la tierra se les presenta como un ente liberador, mucho más viejo y más sabio que todos los seres que contemplan. Entonces, tierra y fuego surgen como un sustrato que permite las vidas de los seres humanos en el tiempo pero también algo que los devora en sus entrañas tras la muerte.
Centrándonos en las historias contenidas en cada capítulo, todas diferentes e independientes, podemos decir que hay una trama que evoluciona la manera de concebir el mundo que se tiene en cada época, y que elabora un lenguaje para comunicarse con él a partir de las visiones anteriores. Ésa es la parte lineal de la novela, la del lugar visto como algo producto de una continuidad, y es verdad que se observa en su morfología: desde la prehistoria hasta 1995 va llegando una herencia recogida y transformada por cada tiempo. Sin embargo, a su vez Moore introduce otras conexiones independientes y que se repiten y se transforman indiferentemente hacia atrás y hacia delante. Como si voces enterradas o desaparecidas quisieran salir a la superficie. Cosas que pasan al principio las veremos más tarde, y al revés, sin un orden claro. Son coincidencias que el autor ha documentado y le ha dado forma novelada, de una manera pretendidamente complicada e incomprensible, un bello misterio formal y literario probablemente sólo válido para Northampton y no sabemos qué pasaría si ampliáramos el círculo, porque su lógica no espera ser resuelta, tan sólo pretende hacernos ver que detrás de nuestro avance progresivo y cronológico en el que nos suponemos como humanidad hay también otros sustratos, como el lugar, que no están bajo nuestro control y que sí que debemos tener en cuenta. Moore reconoce que “este intento de matrimonio entre el lenguaje y la vida es un modo de actuar no exento de riesgos. Si se da un giro sorprendente puedes acabar en un sanatorio mental.”
La primera edición de “La voz del fuego” apareció en la editorial británica Victor Gollancz, en 1996. Contenía ilustraciones de Cliff Harper (las que en esta entrada se acompañan); en concreto realizó la portada, una pequeña ilustración para cada capítulo y un mapa posible de Northampton que ubicaba la acción de cada capítulo en la topografía. Posteriormente, en 2003 la editorial americana Top Shelf reeditó la novela, esta vez acompañada de un prólogo de Neil Gaiman e ilustraciones de José Villarrubia, una imagen para cada uno de los protagonistas de cada capítulo.
La edición española, de 2006, corre a cargo de Planeta de Agostini (con portada de R.M. Guéra) y creemos que como libro podría mejorarse, teniendo en cuenta otras ediciones excepcionales de obras de Alan Moore que esta editorial ha publicado en nuestro país. Por ejemplo, no contiene las ilustraciones de la edición original ni la posterior, e incluso se ha eliminado el índice del libro. En nuestro artículo vamos a hacer un repaso pormenorizado de las partes en que se divide esta obra y por ellas iremos acompañando estos elementos “perdidos” en la edición que podemos encontrar en nuestro mercado, porque creemos que son necesarios para que podamos alcanzar una mayor comprensión de este trabajo como Alan Moore lo concibió, una obra poco conocida aunque –es nuestra opinión personal- de las que más nos hablan de su manera de enfrentarse a la vida mediante la creación.
CONTENIDO:CAPÍTULO 1.- EL CERDO DE HOB. 4000 a.C. Un adolescente que pertenece a un grupo de nómadas es dejado a su suerte tras la muerte de su madre –enterrada con un pie fuera-, que era la que lo cuidaba por tener algún tipo de
discapacidad psíquica. Completamente indefenso, su preocupación principal será encontrar comida, aunque al mismo tiempo va descubriendo una nueva forma de vida para él, la de seguir una
estrategia para conseguir un objetivo, acción que encamina principalmente hacia el
sedentarismo, por el que no estar ya más expuestos a las fortunas y desventuras del viaje.
Al pertenecer a un colectivo que empieza a ser desplazado por otros más evolucionados,
nómadas frente a
sedentarios,
la observación del chico es inocente, y su lenguaje aún no está muy desarrollado (todo es conducido a través de la raíz
“cosechar”), aunque la realidad del mundo que habita e interpreta nos va llegando con
extraordinario detalle y sensibilidad. El muchacho está más apegado a un sentir de
supervivencia directa, donde no se concibe la mentira o la necesidad de matar más allá de la procura del alimento. Sin embargo,
el mundo en el que ahora se adentra se observa a sí mismo y ha hecho nacer la figura del guía (Hob), esa persona que orienta la vida de los demás porque posee más información que el resto,
y también de la mitología, la elección de símbolos que expliquen las incógnitas cotidianas. A su vez,
describe lo que pudieron ser los inicios de Northampton, unos
terrenos a la orilla de un río donde se ha tendido un puente entre riberas y se cultiva, se domestican animales (cerdos, principalmente), sacralizando estas actividades con cultos, lo que se produce en los terrenos más elevados de una colina.
Todo el
capítulo es dificultoso de seguir, en mucho por la
expresión rudimentaria del nómada y
los elementos sobrenaturales que se introducen, no sabemos si son reales en los acontecimientos de la narración o sólo ensoñaciones debidas a la deficiencia mental del muchacho. En la
entrevista que Moore concedió a
Raúl Sastre en 2006 dice al respecto: “[...] hace poco alguien me preguntó que por qué había hecho el primer capítulo de mi primera novela prácticamente ilegible [risas]. La única respuesta que se me ocurrió en ese momento fue "para mantener a la escoria alejada" [risas]. Creo que lo quería hacer era dejar claro desde el principio cuáles eran mis intenciones. No tenía intención de escribir una novela de fantasía, o una novela de género, ni limitarme a un estilo en particular. Quería hacer algo provocador.”
El tono de Moore parece burlón, pero cuando nos adentramos en la lectura observamos que hay algo más, porque
van surgiendo ya muchos iconos y referencias que no tienen que ver tanto con este capítulo en sí como con la interconexión con los demás.
CAPÍTULO 2.- LOS CAMPOS CREMATORIOS. 2500 a.C. (pág. 56 Ed. Planeta)
La Edad de los Metales ha hecho evolucionar el conocimiento y empleo del fuego, y ello ya ha transformado los paisajes del capítulo anterior: surgen tocones de árboles cortados y tierra gris, llena de cenizas. Además ha hecho lo propio con las costumbres del asentamiento en torno al río, que es ya una aldea con actividad consolidada de forja (situada en la colina), que se protege del exterior por una valla de forma circular, y se aprecian costumbres y actividades propias de una comunidad con sus bases establecidas; entre ellas, la existencia heredada de un hombre sabio (Hob) que domina las artes secretas o antiguas.
En la trama, una vagabunda asesina a una mujer, Usin, que es la hija de Hob, cuando ésta acudía al poblado a ver a su padre moribundo y recibir su herencia. Entonces la suplanta y en su llegada al asentamiento se pone en marcha el mecanismo que Moore ha elaborado. Allí, una vez presentada, tomará conocimiento de la concepción local del poder de la tierra como aquello desde lo que todo se eleva, por medio del fuego, y cómo esta cultura ha concedido vital importancia a los mapas subterráneos que natural o artificialmente discurren bajo sus pies.
Todo se desenvolverá por medio de un lenguaje vulgar y sucesos muy particulares. El escritor va forjando su visión de la Historia, al igual que al mismo tiempo esta humanidad va haciendo en sus hornos metalúrgicos. Ya vamos reconociendo a través de las páginas lugares y elementos reales de Northampton, aunque la Historia como materia no tiene datados estos primeros vestigios conocidos, son más bien aportación de la investigación de Alan Moore.
CAPÍTULO 3.- EN LA RIBERA. 43 d.C. (pág. 127 Ed. Planeta)
El Imperio Romano avanza en su conquista, y también ha llegado a los territorios de Northampton. Este hecho significa destrucción y vejaciones a los habitantes para demostrar el dominio de su poder, y por él surge el concepto de “poseer la tierra”.
Mientras, un cazador de aves y peces prosigue su actividad de búsqueda de alimento para su familia, camuflado en los terrenos pantanosos río abajo, y permanece ajeno a las atrocidades que se pudieran estar acometiendo en su aldea. Ensimismado en su diálogo interior nos irá mostrando hechos que bien pudieran producirse en el momento presente o que quizás son ecos de algo pasado, donde se entremezclan también con extrañas leyendas que circulan de viva voz (y que aluden a los dos capítulos anteriores del libro).
Prácticamente la acción de este episodio es nula, o muy pasada por alto, más bien se muestra como un cantar nostálgico al medio natural sobre el que la comunidad a la que el cazador pertenece se ha asentado.
CAPÍTULO 4.- LA EFIGIE DE DIOCLECIANO. 290 d.C. (pág. 139 Ed. Planeta)
Inglaterra es ya un territorio bajo el control de Roma. Esta realidad se traduce en una nueva denominación de las poblaciones y en la introducción de su cultura, su moneda, su lengua, sus instituciones, etc.
Cayo Sexto, el protagonista de este relato, es un “investigador del erario público”, una suerte de detective de la época al servicio del emperador y encargado de detectar fraudes pecuniarios en las tierras del centro de Bretaña; en este caso investiga la aparición de piezas falsas.
Northampton es ahora un asentamiento dominado por los cristianos, que viven junto al río y emplean a los conversos para trabajar gratuitamente por acto de fe al servicio de su empresa religiosa. El comercio más importante de la zona cae en sus manos y ello los mantiene alejados de la presión de pobladores del norte de Europa (bárbaros) que han comenzado a abundar por estos territorios, imponiendo poco a poco sus costumbres amorales y vicios a los ciudadanos romanos. Estos bárbaros rondan los territorios de la colina (donde han tenido lugar los dos primeros capítulos de la novela), campamento abandonado hace tiempo y evitado por todos, temerosos de las supersticiones mitológicas que sobre ellos circulan.
El protagonista va descubriendo poco a poco el hecho de la decadencia de Roma y entrará de una forma un tanto inquietante a conocer y formar parte de la otra Historia del lugar, ésa que evoluciona como algo propio y al margen de toda dominación externa.
CAPÍTULO 5.- LOS SANTOS DE NOVIEMBRE. 1064 d.C. (pág. 155 Ed. Planeta)
La ciudad protagonista de esta novela se llama ya en este relato Ham Town (“Ciudad del Jamón”, a causa del negocio porcino), y apunta al nombre que derivará a su actual denominación: Northampton.
Estamos en un convento, cuando la monja Algiva experimenta diversos éxtasis y ensoñaciones, que le hacen retroceder al pasado en dos fechas: el año 870, cuando los santos Edmund y Ragener fueron martirizados por vikingos; y al 1050, año en que el extasiado joven Ivalde y el sacerdote Bruning excavan el suelo bajo la iglesia que se emplaza en la colina de los “Campos Crematorios”, investigando el sustrato de la ciudad.
Algiva vive los momentos de retroceso dentro de la persona de los santos y con respecto al segundo caso, ella misma fue testigo presencial de la excavación. Otro detalle importante es que durante la acción ella está aquejada de cojera en una pierna y lo asume como una penitencia (el recurso a los dolores en las extremidades posteriores será muy repetido por todo el libro).
CAPÍTULO 6.- COJEANDO HASTA JERUSALÉN. 1100 d.C. (pág. 173 Ed. Planeta)
Prácticamente nos encontramos en la misma época temporal que el capítulo anterior. La preocupación religiosa (cristiana) en este caso proviene de Lord Simon, caballero que regresó de las Cruzadas y sustituyó a Lord Watheof, casándose por conveniencia con su hija Maud. Su vida personal es un infierno, pues la superstición de los aldeanos y sobre todo de su esposa le obstruye su deseo de erigir un nuevo templo cristiano de forma circular -la "iglesia de San Pedro"- sobre el viejo edificio religioso de la colina, hecha a través del tiempo por retales y vestigios de otras civilizaciones paganas y evitada con temor fanático por el crecimiento del tejido urbano. Además, Lord Simon suma su horrible cojera a pesadillas que no entiende y que nosotros sí hemos visto ya desde el capítulo del Nómada, y que seguiremos viendo con posterioridad, recursos permanentes en el imaginario colectivo que Alan Moore va desentrañando y conectando a través de sus líneas y personajes.
A destacar, hay que decir que la población de la ciudad está constituida ahora también por población semita, y se habla ya de un mercado consolidado y vital en la actividad económica de la urbe. El debate de Lord Simon sobre la mejor forma para la adoración cristiana y la manera de levantarla con un sistema constructivo imperecedero, heredada de deseos y compromisos de las Cruzadas, parece conformarse como algo ya raro a lo que el pragmatismo de la naciente clase burguesa pretende para el futuro.
CAPÍTULO 7.- CONFESIONES DE UNA MÁSCARA. 1607 d.C. (pág. 199 Ed. Planeta)
Tras la intensidad de búsqueda espiritual en los últimos episodios, la trama rompe ahora la tensión por un registro más humorístico. Empalado durante dos años frente a la puerta norte de la ciudad (amurallada), Frances Tresham recibe la visita de otro empalado, el Capitán Pouch, autoridad que precisamente había ajusticiado a su círculo de allegados.
No sabemos si vivos o animados por una perversa energía, el caso es que tras sus muertes a sus cabezas se les ha negado recibir la liberación del fuego o de la vuelta a la tierra. Entonces, allí entablan una conversación que repasará los hechos que fueron llevando a que en la ciudad surja un espíritu subversivo que dio forma al histórico intento de atentado en Londres contra el Parlamento, entre cuyas figuras se encontraba Guy Fawkes (nombre que a los lectores de otra obra de Moore, “V de Vendetta”, les sonará).
De nuevo, se aluden a hechos y leyendas que se entremezclan con los del pasado y aparece otra iglesia, Santa Fe, que fue comprada y acondicionada por el padre de Tresham para servir de palomar.
CAPÍTULO 8.- LA LENGUA DE LOS ÁNGELES. 1618 d.C. (pág. 219 Ed. Planeta)
En cada tiempo, en cada circunstancia y personaje de esta novela, el autor se va adaptando a la Historia, al empirismo que les sea característico (yendo desde lo vulgar a lo culto, y viceversa) y también a la narrativa y técnicas literarias de cada época. En esta ocasión la acción comienza en un carromato que viaja desde Faxton (en el condado de Northamptonshire) hasta Kendall, en el norte del país. Reina el rey Jaime y se vislumbra un país que tiene conciencia de sí mismo pero en el que por otro lado circula silenciosamente el descontento y rencor general, que dará paso en breves años a las Guerras Civiles Inglesas.
En el vehículo viajan el juez Nicholls y una viuda con su hija pequeña. El hombre está obsesionado con lo sexual y aprovecha cualquier ocasión para dar rienda desenfrenada a sus pasiones, sólo que en secreto pues está casado. Así, va intentando arreglar con la mujer un encuentro amoroso tras ajusticiar el caso para el que ha sido citado. Poco a poco irá apareciendo John Dee, una figura relacionada con el pasado de ambas familias, y que fue ocultista y consultor de la reina Isabel I (aparte de uno de los autores que Moore estudia en sus facetas de mago en la vida real), y de esta forma la trama se irá haciendo más y más compleja hasta que nos cueste trabajo distinguir qué es real y qué está pasando en verdad, pues entra en escena mucho del “patrimonio” de ensoñaciones que Moore ha ido dejando en páginas anteriores de la novela. para llevarnos febrilmente al final del episodio.
CAPÍTULO 9.- COMPAÑERAS DE JUEGOS. 1705 d.C. (pág. 255 Ed. Planeta)
Elianor Shaw, la protagonista que cuenta el relato (siempre, como dijimos al principio de este texto, se habla en 1ª persona) y Mary Phillips permanecen en la prisión de Northampton, donde son quemadas por brujería. Ellas han experimentado comunicación mediante sueños, visiones e invocaciones con un Hombre de Cara Negra que los lectores de “La voz del fuego” reconoceríamos como Hob. Sin embargo, aunque toman elementos de las raíces de Northampton las mujeres los interpretan a su manera y los emplean para el beneficio de sus vidas, en las que adquiere protagonismo una figura mitológica que ya había salido de pasada anteriormente: la “Perra Negra”, animal que “habita los cruces de caminos, los puentes o los lugares donde las cosas aún están por decidir” y “cuyos cachorrillos llenan el ambiente de miedo”. Acusadas por tanto de brujería por quienes usaban antes de sus conjuros, en realidad sólo es una excusa para condenarlas por los prejuicios de la época, ya que a las dos mujeres se les culpa por ser “compañeras de juego” (amantes, se entiende).
La forma de comunicar, el apego a un territorio o los placeres terrenales van siendo expuestos con maestrías en esta bella historia sobre el amor de dos mujeres en una época que no se acepta tal hecho. El fuego que va consumiéndolas se ve, más que como una muerte de la sustancia, como una manera de que se conviertan en luz y que permanezcan suspendidas para siempre en el tiempo. Destacamos la reflexión de Moore al respecto: “¿Por qué tenemos que coger la parte más dulce de nuestro ser y convertirla en otra cosa con la que sacarnos los ojos?”
CAPÍTULO 10.- EL SOL LUCE PÁLIDO EN EL MURO. 1841 d.C. (pág. 275 Ed. Planeta)
La experimentación en el lenguaje vuelve a quedar patente en este episodio. El motivo ahora es un diario expuesto en forma de texto sin puntos ni comas de principio a fin y con palabras que cambian aleatoriamente una letra por otra, para dar voz a John Claire, poeta inglés.
No nos quedó claro con la primera lectura, pero el artista parece retenido en algún tipo de encierro, un manicomio o algo así. La cuestión es que en su delirio confunde recuerdos propios con ajenos, y por supuesto en ellos entran en juego cosas ocultas de la Historia que ya han pasado en este libro, nadie sabe cómo han llegado a su conocimiento, si es por investigación propia o por algún tipo de conciencia colectiva atemporal que perdura en las personas que han vivido y siguen naciendo en estos territorios británicos (posteriormente a esta novela, y unido a sus estudios de Magia, Moore formulará desde un punto de vista platonico la idea de una conciencia imaginativa común, el Ideaspacio).
Sería ideal complementar el abordaje de este capítulo con la de alguna biografía de Claire más profunda, aunque lo cierto es que en sí el texto es enormemente atractivo, por reflejar el estilo de un “loco” que alucinando sigue componiendo e intentando hacer bella su expresividad.
CAPÍTULO 11.- LO MÍO SON LOS LIGUEROS. 1931 d.C. (pág. 291 Ed. Planeta)
Alan Moore ha realizado un exhaustivo estudio documental para cada capítulo, y no cabe duda que conoce bien la zona donde se desarrollan los hechos puesto que en ella se ha criado. Pero en esta parte cobra especial relevancia su testimonio personal ya que se convierte en una de las primeras personas que ha pisado la celda donde el protagonista de esta ocasión, Alf Rouse, pasó su última noche. El calabozo de la antigua comisaría de Angel Lane es hoy parte del sótano del edificio del Ayuntamiento, demostrando que, como en tantos otros sitios de Northampton, el mundo que se desarrolla bajo el nivel del suelo sigue huellas diferentes e independientes a la de la superficie trazada por la urbanística contemporánea, algo que Moore ya ha ido desgranando en las páginas anteriores.
Ruose cuenta de manera circular, empezando por el final, el crimen que perpetró sin saber muy bien por qué, la “noche de las hogueras” del 5 de noviembre, que rememora el fracaso del complot de Guy Fawkes. Hablará de su vida personal tras la vuelta de la I Guerra Mundial, de su empleo como comercial, sus continuos viajes, así como de los romances que ha ido teniendo, y cómo toda la presión acumulada por la vida y el lugar pueden romper en la materialización de un asesinato.
CAPÍTULO 12.- LA ESCALERA DE INCENDIOS DE PHIPPS. 1995 d.C. (pág. 317 Ed. Planeta)
Por supuesto, todos y cada uno de nosotros somos protagonistas históricos de nuestro tiempo. Los físicos dicen que todo cuerpo ocupa un lugar en el universo, y Alan Moore se constituye a sí mismo como el personaje del último episodio del libro, al ser él el que ha invocado en estas páginas todos esos datos, esas personas de las que se habla en documentos que recorren cuarenta siglos, esas experiencias personales que sólo se adquieren desarrollando la propia vida en un lugar.
El autor habla de su realidad en 1995 mientras en casa escribe a ordenador esta novela, escucha las abrumadoras noticias y siente la fría y húmeda atmósfera de Northampton. Luego sale a la calle y nos describe el barrio en el que ha vivido los últimos 10 años, “Phipps Ville”, construido en el siglo XIX por el empresario de la metalurgia y la cerveza, Pickering Phipps. Caminando, reflexiona sobre cómo ha cambiado la ciudad tras la II Guerra Mundial, arrasando con todos los terrenos construidos o no, ladrillos y metales extendiéndose depredadoramente. Una Plaza del Mercado que se alza desierta y fantasmal cuando no contiene actividad.
Va a ver a su pareja Melinda Gebbie, que vive sola. Siente náuseas por el esfuerzo invertido en horas recientes en la escritura y vomita. Luego ha quedado con su hermano Mike y su sobrino mayor Jake, en un local de St. Andrews, la calle donde vivieron su niñez y adolescencia junto a su familia.
Todo el dolor, las magulladuras, las fuerzas inmemoriales ocultas bajo la superficie del pensamiento consciente y de la realidad parecen manifestarse en este momento para Moore, al igual que le ha pasado a sus personajes a lo largo de este libro. Comparte con nosotros un trozo de su presente, en el que nos muestra lo que ocurre en su mente en ese momento y en ese contexto. Cómo nota cosas que han sido tapadas por la construcción descontrolada promovida por los planes urbanísticos del ayuntamiento de la ciudad desde los años 70, pero que consiguen filtrarse y finalmente encuentran su válvula de escape a través de los seres humanos que allí habitan, que sufren ataques repentinos de violencia y sangre a la menor provocación. Él siente que las fronteras que nos separan de esas realidades sepultadas son muy débiles, y que escribir es la forma que puede encontrar un escritor para invocar las necesidades presentes en un lugar, delimitándolo con palabras o símbolos que casan el lenguaje y la vida, arriesgándose a “hacer de lo real una historia y de la historia una realidad”.
ÍNDICE DE “ALAN MOORE Y NORTHAMPTON”