Pepe Lotieso es un tipo de costumbres. Es incapaz de caer en la rutina, y sin embargo siempre se mantiene fiel a sus ideas. No conoce otra peluquería que la de Ignacio, que es un buen profesional y su amigo. Allí entra en otro mundo, empezando por unos utensilios de hace 30 años y que le siguen pareciendo futuristas. El peluquero es un tipo incapaz de matar una conversación, de hecho “hace hablar a los muertos”, y de esta forma, en cada ocasión que se presenta puede pasarse allí horas en un intenso debate con los contertulianos.
Ta-ta-ta-ra. Si sumamos que Ignacio es músico en su tiempo libre y un buen aficionado a los cómics la velada se torna aún más agradable, porque de fondo suena un hilo musical de elaboración propia y compuesto por los ritmos más experimentales y poco comunes que Pepe ha escuchado. En la pared cuelgan enmarcadas unas historietas de Ignacio luchando contra Goku que hicieron unos clientes (hermanos) hace casi 20 años. Nubes de cabellos saltan frenéticas al aire y crean un juego de luces y sombras a través de los espejos. Casi sin darse cuenta, llevado por el ambiente participativo de las conversaciones entre las 4 ó 5 personas que allí se dan cita, las ideas que se proponen alcanzan una gran profundidad, como elaboradas por alguna parte desconocida de cada uno de ellos.
Una vez termina el acontecimiento se deja que la naturaleza siga su curso y que decida la siguiente visita a Ignacio. Esa misma conjunción de gente que allí se reunió esa vez probablemente no volverá a coincidir la próxima, y cuando Pepe los ve por la calle parecen ya otras personas. Ta-ta-ta-ra. A veces piensa que si cuando va a cortarse el pelo acaso Ignacio no les hurga el cerebro mientras, preparando alguno de sus descabellados planes ocultos para una venganza futura contra la sociedad que le obliga a pasarse la mayor parte del día en el curro, alejado de sus auténticos ritmos vitales.
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