domingo, 29 de mayo de 2011

RECONSTRUIR JAPÓN A TRAVÉS DEL MANGA

OTROS ACERCAMIENTOS A JAPÓN


Los mangakas, autores de cómic japonés, conscientemente o no, siempre han ido mostrando en su obra conjunta un rico fresco de la cultura japonesa y su paisaje, a pesar de la atracción por lo occidental que observamos les acompaña habitualmente en su hacer. A través de múltiples géneros han hecho de su campo de trabajo un testimonio del ser de la sociedad nipona, de sus intereses, de su sensibilidad, de sus territorios, de sus pasiones. También de su Historia. De hecho, el reto que nos plantemos en BLOG DE ESPIRAL con este artículo es una actividad que consiste en ser capaz de ofrecer una visión histórica de Japón intentando para ello usar únicamente nuestra comprensión y en todo lo posible imágenes extraídas del Manga.

Al reconocer el tiempo y su transcurso por un lugar determinado, estamos desvelando a su vez el paso de unos seres humanos concretos por la vida, y seguramente, aunque existan estanterías interminables de enciclopedias, no nos quedará constancia de ello hasta que hagamos una comprensión personal, que es el mejor patrimonio inmaterial que podemos conservar. Estamos canalizando Oriente a través de este país, y por medio de nuestra experiencia concreta, pero principalmente lo que pretendemos es animar a todo hipotético lector de estas palabras a que indague sus propias pistas, huellas, mapas para construir su versión y así tender un puente a Japón. Y la verdad es que, por ejemplo, en el caso de las imágenes, hemos podido destilarlas sin tener que husmear demasiado, casi fue que ellas nos encontraron a nosotros; así que supongo que habrá tantas certidumbres como personas amen Japón.

Japón es un país del oeste de Asia con morfología insular. Es un conjunto constituido por cuatro islas que podemos ver señaladas en título de color “rojo” en la imagen que presentamos arriba (Hokkaido, Honshu, Shikoku y Kyushu) y el archipiélago Nansei, una cadena de pequeñas islas que se situarían más al sur de dicha imagen –aunque no salen. Estos accidentes geográficos presentan un relieve principalmente montañoso en el interior, y dentro de él existen centenares de volcanes, muchos en actividad. Además, se producen frecuentes movimientos sísmicos al encontrarse en una zona de fricción tectónica (pueden ocurrir unos 1500 temblores al año). Históricamente, la población ha tendido a asentarse en la costa, que es rectilínea hacia el Mar del Japón (al este) y abrupta y recortada al Océano Pacífico (al oeste). La climatología presenta veranos húmedos y lluviosos (debido al monzón), y temperatura fría en invierno.
Los territorios del archipiélago fueron colonizados en un principio por pueblos asiáticos que emigraron allí durante la era Neolítica (6000 a.C.). La fertilidad de la tierra y la acción de las corrientes marinas en los mares interiores que bañan las islas promovieron la dedicación a la agricultura y a la pesca. Por el dominio del lugar se sucedieron enfrentamientos entre los clanes pobladores hasta que uno de ellos se impuso a los demás y creó el Imperio Nipón, que asentó sus instituciones y sus creencias confucionistas y budistas a partir del siglo VI, cuando se introdujo la influencia china.

El sistema de dominio de las divisiones de tierra fue muy parecido al feudalismo europeo, con señores propietarios de extensiones explotadas por sus vasallos.

Con el paso del tiempo, hubo una sucesión de clanes en el gobierno, hasta que en el siglo XII los caudillos militares (los shogun) accedieron al poder y fundaron una dinastía para regir y someter al país a lo largo del tiempo. Estos hechos establecieron ya un rígido y poco permeable sistema de clases en Japón, que ganó intensidad con los siglos. Era controlado por la disciplina y la fuerza (siendo el brazo armado los samuráis, guerreros al servicio de los señores) y dividía al país en múltiples administraciones locales. Llegó la paz y el Arte fue perdiendo su carácter bélico inicial y se dejó influenciar por la espiritualidad de sus creencias religiosas y su mitología para explicar el mundo, así como por la elegancia de la aristocracia.

Durante los siglos XV y XVI comenzaron a llegar a las islas del Japón comerciantes occidentales y misioneros cristianos, pero en 1624 fueron expulsados y prohibidas sus ideas. El aislamiento casi total de Japón con respecto al resto del mundo, acentuado por su carácter insular, prosiguió hasta el siglo XIX. En 1867, el emperador Mutsu-Hito asume el poder e inaugura lo que se denomina el periodo Meiji, caracterizado por las presiones de la burguesía comercial y de las potencias europeas y de EE.UU., que piden la apertura de las fronteras de las islas. Llega entonces al país la energía eléctrica, la red ferroviaria y la industria. Esto producirá un enorme contraste con la realidad nipona, y exigirá un rápido cambio de mentalidad para personas que aún viven el rol social del vasallaje feudal. Comienza así la “occidentalización” de Japón, y la población destapa su gusto por esas ideas que desembarcan y que pueden producir una mejora en su calidad de vida y sus libertades. En un periodo muy corto, tradiciones arraigadas quedarán obsoletas y aparecerán figuras desfasadas como los ronin (samuráis que se han quedado sin señor y vagabundean perdidos entre la obediencia al pasado y el contraste de los nuevos tiempos), personajes que posteriormente han ejercido un enorme atractivo para la actividad de las artes por su doble vertiente.
Una curiosidad de principios del siglo XX es que los periódicos japoneses tomaron la idea de EE.UU. de publicar tiras cómicas en sus páginas, orientadas sobre todo al humor y al público infantil. Poco a poco, comenzaron a recopilarse en tomos y así fue naciendo el Manga, o cómic japonés, así como la afición a él.

Al mismo tiempo, los oportunistas países occidentales comenzarán a armar al ejército nipón, vendiéndole los aparatos modernos de la época. Desde finales del siglo XIX, Japón desarrollará una expansión militar con la intención de erigirse como líder de Asia. El afán belicista de los gobernantes de la época conducirá al país a participar en las dos guerras mundiales y terminar destrozados por los horrores de la guerra, con 500.000 civiles muertos, millones de personas sin hogar y una enorme falta de alimentos y atención sanitaria; eso sin contar la terrible desgracia que sufrieron cuando EE.UU. lanzó bombas atómicas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki.

Tras la paz, Japón fue ocupado por las tropas estadounidenses que ejercerán un gobierno provisional hasta 1951. En ese periodo, el emperador renunció a su divinidad para pasar a ejercer sólo un papel representativo y se establecerá una constitución democrática. También, se instalará el sistema económico de Occidente, copiándolo y sacándole tal partido que en pocos años el país se convertirá en una gran potencia económica. En ese crecimiento el Manga jugará un papel importante, con Osamu Tezuka a la cabeza, cuya obra cargada de entretenimiento y valores ejercerá un importante papel educativo en los niños de la posguerra. Los periódicos y las revistas locales celebrarán numerosos certámenes que motivarán el surgimiento de nuevos y numerosos autores y a promover poco a poco la aparición de una fuerte conciencia social hacia los horrores de la guerra, traducida en múltiples géneros y temáticas. Una forma barata e inteligente que empleó el manga para llegar a todos los ámbitos de la población fue el sistema de tiendas de alquiler de libros, los kashibon, donde también se podía leerlos como si fuera una biblioteca. En poco tiempo aparecieron numerosas editoriales para hacer frente a las necesidades lectoras y se consolidó una interesante industria creativa.
Si bien el rechazo a los conflictos armados y la opinión sobre la inutilidad de la guerra fueron generalizados en la sociedad, la política y las artes desde estas fechas -y que se mantiene hasta el presente-, por otro lado, el país tuvo que hacer a partir de ahora empleo de fuentes de energía como la nuclear (y también la geotérmica) con objeto de atender la elevada necesidad energética. Se construyeron numerosas centrales para atender los sectores económicos y a los más de 125 millones de habitantes del país distribuidos en una superficie de 380.000 Km2 (España, por ejemplo, posee 505.000 Km2 y cuenta con una población que no llega a los 50 millones, véase el contraste).

Históricamente, la casa tradicional japonesa ha empleado materiales perecederos como la madera y el papel. Este sistema constructivo no tiene vida más allá de los 25 años, y tiene que ir renovándose periódicamente. Se realiza así debido a los sismos, que han destruido parte de la edificación del país en múltiples ocasiones, y se veía inútil la consideración estructural imperecedera que nos parece tan habitual en Occidente (piedra, conglomerados, metal). Este aspecto no cambió tras los sucesos derivados de la Segunda Guerra Mundial; aún en la actualidad el 90% del tejido construido en Japón es de tipo suburbano (edificaciones de 1 ó 2 plantas) y emplea los sistemas constructivos tradicionales, planteando sobre todo parámetros de funcionalidad y atendiendo criterios de estética apegados a la fisicidad, con una sensibilidad casi aristocrática.

Sin embargo, en esa gran masa informe edificada van apareciendo también casi espontáneamente unos puntos focales de grandes rascacielos que albergan las sedes de importantes empresas. Son fruto del capitalismo feroz, y para representar fortaleza y presencia son construidos con visos de permanencia y con estrictas normativas sísmicas para hacer frente a la alta actividad tectónica a la que puedan estar sometidos. El paisaje urbano japonés parece una gran ciénaga de tejados en la que se elevan de repente agujas, como si fueran juncos.

El ferrocarril y la alta velocidad serán factores que determinen fuertemente la morfología territorial a partir de los años 50. Las empresas ubicadas en un mismo núcleo se alían para construir infraestructuras que pasen por su zona y así atraer la atención hacia ellas. Surgirá de esta forma una gran competitividad entre las grandes ciudades, aun entre las sedes de la misma compañía. Serán escenas urbanas congestionadas, hechas a través del consumo. Los edificios se convertirán en meros carteles, dominados por los luminosos (con letreros tanto en idioma japonés como en inglés) y su carácter de espacio habitado por nómadas (personas que acuden a través del transporte para trabajar, y luego divertirse). En sus interiores aparece una promiscuidad de usos, motivados por las alianzas económicas: empresas, bancos, pachinkos (espacios de juego japoneses), hoteles, prostíbulos. La significación de esta idea adquiere su máximo por la noche, cuando la espiral de neones se nos torna más evidente.

Consecuentemente, las ciudades se verán llenas de estaciones de transporte y la movilidad será una gran característica de la población, que vive muchos momentos del día en esos “no lugares”, esos espacios que habitas sólo un breve momento del día al estar continuamente desplazándote de casa al trabajo y viceversa.

Es destacable cómo en un ambiente tan moderno aún se desarrollan unas relaciones sociales heredadas de la época feudal japonesa. Existe un lenguaje coloquial en el que la persona se expresa dentro de la familia, uno de respeto para dirigirse a los amigos, y otro de máxima corrección que se utiliza en el ámbito laboral. La normativa es muy estricta y hay muchas censuras de comportamiento, sobre todo en el terreno de lo sexual.

De noche, todo se diluye: existe otro nivel de relación social más basado en las relaciones fenomenológicas de la experiencia, todo el mundo se habla como hermanos, se emborrachan y dejan caer un velo que confunde realidad y ficción. También es increíble cómo el Manga exprime su talento al máximo para forzar esos límites legales e introducir lo picante y la violencia en el mayor grado que puede. Muchas veces, sin saber de estas restricciones del gobierno y la sociedad, cuesta entender por qué esa obsesión con tratar tanto estos temas.

Al llegar los años 90, Japón siente ya la presión económica por la irrupción en el mercado global de otros países del sureste asiático –como China-, que experimentan un espectacular auge por la instauración de un modelo que también compite imitando y perfeccionando los procesos occidentales, pero al mismo tiempo forzando los derechos de los trabajadores (e incluso de los seres humanos), abaratando así los costes de una manera imposible de igualar. Caen empresas niponas que pretendían negocios ferroviarios e inmobiliarios, Japón entra en recesión y se produce la bancarrota de varios bancos, así como una elevada tasa de paro (4%). Las consecuencias se derivan hasta la actualidad, todavía el país no ha remontando el vuelo que llevaba por entonces. A partir de estos momentos, el sistema económico japonés se dispersa y diversifica por todo el tejido y pierden relevancia los núcleos de empresas. La población se une más a su propio territorio y se creará una unidad habitacional -más que el concepto de una casa- con lo mínimo y suficiente para vivir: cama, baño y cocina, apenas 20 m2. Serán complementadas por tiendas que abren 24 horas para atender el resto de necesidades domésticas (lavandería, restaurante, peluquería, librería, etc.). El panorama hoy día se hace muy disperso y con pocos puntos focales, tan sólo las grandes ciudades se mantienen en ese papel.

Tal era el devenir de los acontecimientos para Japón hasta la llegada de un desventurado suceso natural. El 11 de noviembre de 2011 un brutal temblor sísmico en el mar ha provocado numerosas muertes, fuertes daños en la edificación y una catástrofe nuclear de dimensiones similares a la que se produjo en Chernobyl. Nos llegan noticias de que desde el día siguiente a la tragedia los japoneses se afanan en salir adelante, es tanto su carácter luchador y su ánimo por recuperar su vida, su lugar, su realidad. Por nuestra cabeza no pasa otra cosa que el convencimiento de que pronto hallarán la restitución de la normalidad, aunque indudablemente este hecho marcará un antes y un después y, de nuevo, han de comenzar casi desde cero. Desde aquí esperamos que en esta reconstrucción el Manga siga sabiendo ejercer esa influencia vivificadora para las personas de la que ya fue capaz en el siglo XX, y que dibuje un futuro prometedor para Japón y su gente y, por extensión, para todos los que nos sentimos implicados con ellos.

OTROS ACERCAMIENTOS A JAPÓN

2 comentarios:

Fali dijo...

Una cosa a tener muy en cuenta es la ideosincrácia nipona. Un pais capaz de superar la desolación (no sólo física, sino moral) de la segunda guerra mundial y erigirse una de las primeras potencias mudiales en apenas 30 años, seguro que también será capaz de dejar atrás esta nueva catástrofe medioambiental y humana. Si bien es cierto que la actual coyuntura política y económica mudial, es diferente, esa mentalidad tan japonesa de resignación/superación les hará, más temprano que tarde, superar la catástrofe y seguir adelante.
Estupendo post y estupendo blog. Enhorabuena.

Maese ABL dijo...

Hola, Fali

Gracias. Ojalá que sí que pronto recuperen los japoneses el papel que su trabajo, esfuerzo y valía merecen. Ya lo hicieron antes en condiciones muy adversas, y a pesar de cómo anda últimamente este planeta nuestro, estoy convencido de que pueden lograrlo. Y si ellos nos honran "imitándonos", y así han conseguido tantos logros, ¿por qué no decidirnos nosotros a imitarlos a ellos también? A mí me parecen unos maestros excelentes.